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viernes, 25 de noviembre de 2022

Quando vier a primavera - Alberto Caeiro

 


Quando vier a Primavera, 

Se eu já estiver morto, 

 As flores florirão da mesma maneira 

E as árvores não serão menos verdes que na Primavera passada. 

 

 A realidade não precisa de mim. 

 

 Sinto uma alegria enorme 

Ao pensar que a minha morte não tem importância nenhuma... 

 

 Se soubesse que amanhã morria 

E a Primavera era depois de amanhã, 

Morreria contente, porque ela era depois de amanhã. 

 Se esse é o seu tempo, quando havia ela de vir senão no seu tempo? 

Gosto que tudo seja real e que tudo esteja certo; 

E gosto porque assim seria, mesmo que eu não gostasse. 

 Por isso, se morrer agora, morro contente, 

Porque tudo é real e tudo está certo. 

 

 Podem rezar latim sobre o meu caixão, se quiserem. 

Se quiserem, podem dançar e cantar à roda dele. 

Não tenho preferências para quando já não puder ter preferências. 

O que for, quando for, é que será o que é... 

        Poema de Alberto Caeiro 



lunes, 14 de noviembre de 2022

Una tarde de espías en la cafetería el Trasno.

 

Angela Blázquez, llegó a la cafetería  el Trasno, en la esquina entre la calle del Paseo y la de la Concordia.  Estas  calles hace poco se llamaban Jose Antonio Primo de Rivera y  Capitán Eloy. En estos años parace que  le están cambiando el nombre a algunas de las calles de la ciudad y  el personal en general parece desorientado pues si preguntas a la gente por algún sitio , a veces,  se confunden para indicarte. Los nombres anteriores existían porque los que mandaban habían ganado  una guerra civil,  y  en el fragor de la victoria llenaron las calles de héroes y mitos de sus  más notables. Vamos lo  normal. Ahora parece que está todo un poco como cambiado en ese aspecto, parecemos vivir más en un centro-centrado políticamente hablando. Para demostrar que hemos olvidado y que  lo importante es poder pasear  en concordia como buenos ciudadanos le han puesto otros nombres a las calles que soportaban tanta mitología   guerrera. Ahora los nombres  tienden más al topónimo tradicional o a valores,con afán voluntarista, de buenos deseos, como si estuviesemos hartos, que lo estamos, de tanto personalismo y enaltecimiento de falsos mitos. Todos estos pensamientos iban por la cabeza de Angela al encontrarse con el nombre de calle Concordia, bonito nombre para unos buenos deseos de ciudadanía. Muy interesante el nombre para una  calle, era lo que iba pensando Angela a la vez que se topó de repente unos pasos más adelante ,  con el rótulo del Trasno y debajo unas ajadas letras en metal con ribetes clásicos: Café, chocolate a la taza con churros. Se notaba que las habían mantenido a lo largo de los tiempos para darle al local un aire de solera y tradición.  Angela  abrió lentamente la puerta de cristal llena de vaho que le daba un aire misterioso  al local. Se aponsentó en un lugar discreto de la  larga barra, el que le pareció más recogido, más cercano a la entrada. Así trataba de minimizar el tiempo de  exposición  a que se obligaría de  cruzar  a lo largo  de  toda la cafetería. El local del Trasno era acogedor, muy largo y más bien estrecho, lo que le daba un cierto ambiente de intimidad entre los presentes. Decoración clásica, toda de madera excepto las elegantes mesas de blanco  mármol secular y estructura sobria de forjado de hierro color negro. Una  estrecha puerta con cristalera  en lo alto  era su única unión con el  exterior lo que le daba también un aire de intimidad. Las mesas llenas de gente y  el  humo de tabaco deslizándose por la estancia daban al entrar  un contraste caluroso y acogedor con respecto al día triste de lluvia fría y fina que  cubría la ciudad. Los habituales del lugar, ocupan la mayoría de filas de mesas de mármol blanco y sillas clásicas, redondas y color castaño, tal como si un café elegante de principios de siglo se tratara. Aquel templo de adoración  de la palabrao, en su caso, o del chascarrillo diario era todo de madera. De madera el suelo, las paredes y el techo recubiertos con unas maderas finas de color barniz oscuro. No era muy luminoso, más bien una luz tenue llenaba la estancia. Los mejores sitios, aquellos con mejor visión del conjunto del local,  estaban casi siempre ocupados, hoy también. Había sitios magníficos,  desde los cuales casi sin esfuerzo se controlaba  muy bien el panorama  para ver a el panorama Fulano y señora, mengano, la señora tal, la señorita equis.  Vaya pinta el menda ese, que bien le debe ir. Y  que me dices de la  señora  de Méndez, cada día está más conservada......

 El Trasno,  a ests horas, las siete de la tarde, de un  invernal  sábado, está lleno  de urbanitas provincianos ociosos, que tenían entre sus principales obligaciones el vestirse como Dios manda, acompañados de esposa o marido salir a pasear discretamente por las principales calles de la ciudad, saludar,  darse a ver y acabar en un lugar concurrido como este. Aquí se podía conseguir el   summum  del  curioso-paseante discreto que  no era otra cosa que conseguir una buena conversación  con otros como él, a la par que conseguía enterarse de lo que se cocia en la ciudad , como se suele decir. El Trasno era un local de moda en estos momentos, por aquí de una forma u otra pasaba todo quisqui. Era muy buen sitio para matar el tiempo ya fuese  hablando, escuchando  y sobre todo mirando  para un lado y otro sin dejar la noble tarea de desmenuzar o despiezar a cuanto personaje allí presente podían. Que guapa fulana, fulano esta en decadencia desde que se separó, anda el amigo de tu cuñado que pinta etc. a la vez que se repartían saludos con las manos a los situados más lejos, sonrisas a los cercanos, miradas complacientes o hipócritas a los más cercanos, pequeñas frases a un conocido o a los camareros con el ánimo de ser escuchado y caer simpático. Parecía que todo el mundo conocía a todo el mundo y cuando alguién  novedoso aparecía por aquellas estancias  sufría,  sin saberlo,  una disección total  que  incluso  llegaba a la instrospección  espiritual del intruso o intrusa. Aquello era, fundamentalmente,  un  templo de  curiosos pequeños burgueses de una pequeña ciudad  mezclados los que lo eran con los que  aparentaban serlo. Unos y otros se necesitaban, para admirarse mutuamente y compararse. Todos  hambrientos de conversación, huérfanos de un  comentario,  ávidos de informaciones y chascarrillos. Todos buscaban  algo de murmuración que les diese un poco de capital para ir a otro lugar  y poder espacir nuevas murmuraciones o simples informaciones. Esto de tener material les hacía  un poco importantes, ya que si sólo hablas  del tiempo o de vaguedades se te acaba el  "charme" y seducción para ser escuchando por  las  variopintas bandas o cuadrillas . Si quieres demostrar que eres alguién tienes que hacer ver que te codeas con otros alguien. Sería como el flujo circular del boca a boca informativo del vecindario. Quien no cuenta nada   es porque no se  entera de nada, y si no cuenta es que no tiene quien le cuente nada, o sea que no tiene contactos influentes que muevan  hilos en esta ciudad y te pongan al día. Hoy por ti mañana por mi, quid pro quo, un intercambio de novedades como si se tratase de un intercambio comercial.  Es muy importante saber quién  mueve los  hilos realmente en la ciudad, aunque algunos no le llamam hilos dicen palillos . Cuestión de terminología simplemente. 

 La gente que andaba por el Trasno no sólo le movía el afán de oír y hablar, también  era  muy buen sitio  para la exposición personal.  La gente de la pequeña ciudad, nos referimos a esa  gente entre burguesa y que  no lo es, descendientes de "fidalgos" antiguos y antiguos rentistas decimonónicos, nuevos ricos. A todos les  gusta salir, mirarse y  ser vistos. Es como pasar y que te pasen un control social que hay que pasar. Lo que te marca el baremo de tu nivel social, de como va tu vida es  compararse con los otros.  Mirar la cara del adinerado de siempre que vive de rentas, del que tuvo un negocio, del retirado funcionario  y  que por encima debe ser rico porque tiene unos  viñedos  cerca de aquí,  la mujer del abogado joven, la apariencia de la  viuda del militar, el empleado de banca orondo y parece tan  bien situado, etc. Sus caras, sus ropas, los poros de su piel, te van a decir  como anda la vida en general, como  piensan, como  se sienten. Si no  ves todo esto , no te enteras de nada, no tienes conciencia de la pulsión de como están las élites de esta pequena ciudad de provincia. Dicen que los caballos  lo que mas les gusta es beber agua y pasar mucho tiempo mirando a otros caballos,  lo que les "mola" es estar quietos  de pie mirándose y  descansar.  Que humanos son los caballos. El caso es que al lado de estas camadas tan visibles y exuberantes se escondía también gentes de toda índole pero de buena apariéncia. Protitutas de ncierto nivel, policías, viajantes de negocios varios, nuevos ricos de negocios de dudosa reputación y hasta espías como veremos. Aunque la palabra espía es tan polisémica  que  se le podría aplicar a casi todos los que pasan por aquí. En nuestro caso  tomando el significado más restricto lo aplicaremos a personajes que traen y llevan información sobre algún asunto y se creen ellos mismos espías en plan profesional, aunque suene pedante.

Todo este relato , que parece tan largo, pasó como un flash por el cerebro de Angela en el poco tiempo que le llevo entrar y apoyarse discretamente en la esquina de la barra. Angela  pidió un café, se aflojo el fular que rodaba su cuello, desabotonó  la chaqueta, un poco con discreción,  de forma lenta ,  lo suficiente para poner a la vista  un fino jersey gris de lana suave que comprimia dos potentes  tetas que se adivinaban turgentes . Se miró , se  se vió enfrente en el  gran espejo y retiró la mirada que se ofrecía ella misma, no quería mirarse a esas horas. Era guapa, lo era sin más, sin alardes añadidos estaba muy segura de su belleza. Alta, cuerpo, más bien,  de complexión fuerte, cara relajada  y risueña;ojos vivos y penetrantes,  sus rasgos eran aceptados y mirados por todos como un buen regalo de la naturaleza. Transmitía confianza y vitalidad.  Con una sola mirada parecía que la veías toda, no era un rostro complicado  que hubiera que  mirar varias veces. Estilizaba su figura con  una falda apretada hasta la rodilla  que  marcaba un culo ancho y atrayente;  unas botas altas de cuero negro. Elegancia  a la vez  que informalidad. Vitalidad,  rebeldía y juventud desprendía al mirarla. Eran cuarenta años preciosos, que parecían haberse parado en aquella imagen amazónica.

 Su corazón latía a mil, estaba inquieta  y no sabría decir ni que cara tenía  el barman que le atendió, su mente estaba concentrada en otra cosa. Parecía flotar, y su mayor preocupación era que no se notase  que aquel cuerpo temblaba y sudaba. Parecía depender de algo que ,nadie seguramente, podía percibir. Por encima de los nervios por la misión que le esperaba, este  local asemejava ser un antro de espías de las novelas de Le Carré. 

.- Que me parta un rayo si no parece que en  vez de estar en Serenou,  estoy en Berlín. Será deformación profesional.  Se decía ella para sus adentros, intentando animarse.

Su contacto le había dicho que este era un buen lugar para pasar desapercibido y contactar con su enlace, pero ya llevaba cinco minutos y no parecía estar tan de acuerdo en que fueta tan buen lugar. Notaba que veinte mil ojos la estaban escrudiñando, y eso una espía lo nota.

.-  Para eso una,  es una espía, digo yo.-  Se dijo a simismo,  con sorna,  para darse un poco de humo. 

  La verdad es que el cuerpo le pedía salir huyendo de allí, esto parecía más una misa de doce en la catedral, por lo pendientes que estaban las señoras y los señores unos de otros,  más que un lugar de divertimento. 

.- Es lo que tiene estar sola en un sitio.Pensó,  que no haces más que hablar contigo mismo y lo peor es que crees que todos te están mirando a ti. Un poco paranóica la situación. 

En la ciudad hace frío. El aire del norte viene cargado de humedad. La niebla hace adusta esta ciudad en el final del otoño y  el primer invierno. Es una cueva fría, con ese frío que se se mete dentro del cuerpo, y que lo cubre todo. El cielo parece cargado de  cemento, esparrama por doquier humedad llena de frio y en el horizonte se confunde el humo de las chimeneas de las calefacciones  con el  blanco de la niebla. Todo invita a recogerse, a pensar, a encogerse. Entrar en un lugar como el Trasno, es un alivio, es como cambiar la dureza de las miradas aceradas por algo más cálido y suave algo más "hot". Esta ciudad cuando no tiene niebla es otra muy distinta.Sólo un poco de sol la hace hervir. Si le quitas la niebla, su clima es suave, si luce el sol su clima es ardiente. Sus entrañas manan agua hirviendo en algunas de sus partes. Este conca hundida por un meteorito mitológicoo quien sabe que, está encima de las entrañas de un volcan latente lleno de brasas y fuego que calienta agua subterránea y la escupe generoso en varias fuentes. Mea dulzura, sus habitantes la recibe con gratitud y se sumerjen en ella, en sus pozas de las termas o de las burgas ancestrales. Se bañan y adoran algun dios mitológico que parece darles este regalo. El agua caliente tiene algo mágico, ancenstral, panteismo vivo,sueño del más allá, adoración de la naturaleza. Sus baños  parecen trasladarnos a lo íntimo de  la naturaleza, al más allá. Esta ciudad está llena de misticismo  pagano y  misterio galaico.

Aquella tarde en el Trasno , en el transcurso de esta historia, Angela está aquí porque tiene una misión. Lo primero será  descubrir a   un elegante caballero clásico que tiene algo imprtante para ella. La descripción que tiene en su cabeza le dice que va bien  vestido,  tiene pelo blanco, a lo mejor trae sombrero  de fieltro, teniendo en cuenta que hay niebla, casi  seguro que lo trae. No será difícil descubrilo con esa descripción y con su acento portugués, aunque hable un correcto español. El no la conoce y ella nunca le vió. Dos espías se intuyen enseguida, no será ese ningún problema. De la información que le han dado se añade que  el tal caballero es el señor D.  Sebastião Manuel  Henriques  Nunes da Graça, português. Refinado, delgado, alto, buen cutis, ya pasá de los sesenta. Cultivado en el porte y en el decir. Habla español con un suave seseo de la ces, nunca habla gallego como buen português. Adora Madrid y la España imperial, apenas conoce este rincon del noroeste. Es lisboeta, aunque sus orígenes se remontan a las comarcas de Tras-os montes fronterizo por parte de padre y de "Pinhao"  localidad del llamado "Douro vinhateiro" por parte de madre. En los dos casos su procedencia hidalga  y burguesa estaba ancentralmente arraigada en la agricultura y  la tierra. Haciendas de ganado por parte de padre y  riqueza  vinícola  del  Duero con comericio de vino do Porto.  Su porte o estilo al moverse llama la atención  por donde va. Aquí la gente incluso la más refirnada en las formas no llega al elegante  porte de Sebastiao, que no es afectado en su imagen sino  elegantemente varonil. El lo  lleva en la sangre. Como si de uno de los ricos y adinerados personajes de los "Maias" que describe el escritor  Eça de Queiroz , se tratara. Podía haber llegado  perfectamente en  carruaje de tiro de caballos y cochero, con larga capa y sombrero. O montado en  una "tipoia" como  se mueven los personajes de Eça en su Lisboa de finales del XIX.  Como buen hijo de familia adinerada con raigambre antiguos, vive al lado de la antigua Corte,  en Lisboa.  Es de la clase alta lisboeta. Entre Lisboa,  Sintra,  Cascais, Porto y su quinta, realmente se mueve por todo el país. Se ha juntado a la antigua raigambre heredada los negocios prósperos de la época presente. El vino, los nuevos negocios con   las  colonias y las nuevas oportunidades le hacen sentir de ese grupo que se sentía dueño de aquél rectángulo plantado frente al mar que es como los propios "tugas" definen a  Portugal  . Ellos eran los dueños de Portugal, mientras muchos  "portugas"   malvivían, emigraban los que podían  y  luchaban  en una guerra contra unos africanos que secularmente les hacían soñar todavía como imperio. La historia, o para  algunos  los designios divinos, conviritieron un pequeño país en dominador de Brasil y parte de África, sin  contar las antiguas colonias asiáticas. Eso marca a cualquiera y cuesta dejar de pensar en que eres un imperio, aunque no lo seas. 

Sebastião era Portugal   o al menos el estereotipo de Portugal, visto desde España. Fervoroso discípulo del Sebastianismo mitológico del rey salvador que volverá desde Alcazarquivir para alcanzar de nuevo la gloria nacional , Se sentía depositario de la historia de Portugal. Su misión en la vida, había llegado a concluir, que el había nacido para ver la gloria de Portugal. Vivía en este siglo pero se sentía un  "heroi do mar" del XVI en plena gloria de la expansión oceánica. Le habían enseñado que Portugal tenía una misión divina en la historia. Así lo demuestra el hecho de  D. Afonso Henriques que levantó el genio ancestral lusitano y condujo al pueblo elegido, a su expansión y creación del primer estado europeo. ¿Cómo explicar , si no, que un tan minúsculo país apartado  en el occidente de Europa haya llegado a dominar parte del mundo?.Para eso está la mitología aplicada a la historia. Sebastiao era de los muchos que  están convencidos del príncipio en este caso de pueblo elegido  y para ello de cómo se invente la historia es lo de menos. En ete caso el fin si justifica el medio elegido.

 Sebastiao entró en el Trasno con un acompañante que atendiendo al lenguaje de las formas más que un igual parecía su secretario. Caminaron hasta el fondo del local,  encontraron una mesa en una esquina discreta, con poca luz y desde donde se veía casi toda la estancia. Los curiosos y curiosas habituales olieron enseguida la nueva pieza al entrar. Era fácil, Sebastiao desprendía un aspecto no  habitual. Se veía bien que no era  de aquí. Fino aparentaba culto,  aunque eso no se aparenta,  pero para aquellos espectadores lo veían así. Como se suele decir parecía que lo traía ya de cuna , que no fingía. Y eso es muy detectable entre fingidores y por fingidores.

  Carallo, parecía que alguién debía estar seguramente  comentado, seguramente en el Trasno,  que  se había acercado por llí  una novedosa e intrigante  pieza de mucho valor. ¿Quien coño puede ser este ?, ¿porque está aquí?, ¿no es habitual?...¿algo raro hay? ¿Ese estilo tiene algo que le delata como extraño?. Eran preguntas que iban de mente en mente, al tiempo que se sincronizaban con  miradas entre  unos y  otros que se cruzaban entre si   a la velocidad del rayo escudriñador para adivinar unos de otros si sabían algo. Eso si todo con ese disimulo suave de gente de ciudad. El caso es que se nota que ningún curioso ha sacado aún una media conclusión. Aquí ni dios sabe nada, este tío es una pieza importante, habrá que investigar. De pronto Sebastiao había pasado a ser objeto de primera investigación por el ejército de fisgones y figonas, malandrines, medio vagonetas y ociosos de esta pequeña ciudad. Cada fisgon habría de describir a Sebastiao y preguntar a unos diez fisgones su curiosidad, lo que va hacer pensar  de repente que  Sebastiao es ya un habitual .

Serenou, era una ciudad olvidada y perdida en el occidente lejano, oteaba a  lejos al mar  para poniente y muy lejana a oriente trataba de ignorar a la adusta meseta castellana. Sale poco en los libros de  historia. Es de esas ciudades que parece que esta retirada de los sitios por donde pasó todo, y que no tiene nada, se tuvo que hacer a si misma ya que no está en ningún cruce de comuicación. Por aquí nadie está obligado a pasar.  Esto crea una idiosincrasia especial. Esto que llama el imaginario colectivo afecta a sus habitantes porque sin quererlo los de fuera siempre tienden a pensar que Serenoutas también son unos personajes anodinos, medios, que   tampoco  han  intervenido en nada, vamos que ni fu ni fa. Esto suele darse mucho, porque  la gente gustamos mucho de tener una marca que nos respalde, de pertenecer a un club que suene, porque en el fondo todos traspasamos la fama del club o institución de cobijo y se lo adjudicamos a cada uno de los que tienen algo que ver. Eso es así, y será. Suele pasar en las mismas ciudades entre sus barrios  de más mala fama y  sus barrios señoriales. Tal vez tenga eso que ver con que somos hijos en lo más reciente de la Edad media, donde más que nunca se daba la protección de un señor sobre el resto. La organización social estaba compartimentada. El señor feudal propietario de tierras, daba seguridad, cobijo, justicia a sus siervos o a todos lo que le rendían pleitesía y que eran suyos.  Quien no estaba bajo la sombra de un señor era vulnerable y como  la gente no estaba organizada socialmente para defenderse, ni habían creado instituciones tales, pues la protección , la pertenencia a algo que te identificara era imprescindible para seguir viviendo. Sin duda Serenou, no tenía una gran marca, no había hecho grandes conquistas, no tenía antiguos reyes o personajes mitológicos, aquí no se  había fabricado ni inventado nada destacado, no tenía mar, sus mejores mentes se escapaban en cuanto podían. Serenou fue una ciudad de segunda, con más mayores que jovenes, abocada al ostracismo y que vivía para si misma y dentro si misma. El caso es que sus habitantes se sentían felices y encantados en este entorno que decían era peor que otras florecientes urbes. El caso es que sus ciudadanos no alardeaban de nada pero tampoco tenían baja autoestima de si mismo, pese  a lo que pensaran los de fuera.

La señorita Angela, vió pasar a Sebastiao y a su acompañante. la descripción que le habían dado era exacta, el era sin duda el tal  Sebastiaoquien esperaba, a quien debían entregar su encargo y recoger algo. Tendría que seguir tranquila, actuar como si no estuviera allí. El lugar que le  habían elegido era bueno por estar transitado y con gente, pero estaba lleno de arpías  curiosas que  tenían registrado a cada uno de los que allí ahora estaban. Intentar contactar con Sebastiao sin haberse hablado en la entrada, sería llamar la atención. Además tendrían que medio presentarse, y serían la diana  de la curiosidad general. Todo esto iba pasando por su cabeza, a la vez que muy despacio saboreaba un café caliente, en pocillo de sargadelos, bien elegante, a la vez que dividía su mirada entre el espejo  de  la barra para ver  a la curiosa audiencia sentada audiencia y lo ue se podía ver de la calle através  del cristal lleno de vaho de la puerta de entrada. En cualquier caso su mente no iba de acuerdo con sus movimientos automáticos. 

Fuera seguía haciendo frío.

Ella repasó  en un segundo los datos que le habían dado sobre portugués. Descendiente de los condes  de Loulé, adinerado, culto, elegante, cosmopolita. Rico venido a menos, muy orgulloso de su país.

.-¿ Porque se había metido en este asunto este hombre?

.-Bueno , la verdad pensó, lo mismo podía o puede pensar él de mi. 

.-¿Que coño hacemos nosotros en todo esto? ¿Será la emoción, la utopía, la casualidad? 

.-Siempre hay una respuesta o nunca hay una respuesta. Las cosas son y son, después se le pueden dar causas, motivos. El caso es que antes está la acción que la idea, después siempre queremos darle una filosofía, una justificación racional  a la mayoría de las cosas que hacemos por voluntarismo, por que si, por las circunstancias. Todos  tenemos una razón para todo. A veces la misma razón  es no tener ninguna razón y hacer eso porque si, por intución o porque el camino va yendo y llega hasta allí. La vida de los hombres es más voluntarista que racional.

En un momento sus miradas se encontraron y ambos sabían ya quién era cada cual, sólo faltaba que Angela se decidiese a presentarse en la mesa de Sebastiao. Así fué, en un momento hizo un ostentoso saludo desde la barra disimulando la novedad o extrañeza de haber encontrado al amigo que ha aparecido de forma sorpresiva. Para el público curioso había sido una doble sorpresa que los dos extraños, únicos en el café, se encontraran de casualidd, aunque lo más normal habrá sido que se hubiesen citado aquí y uno no se había percatado del otro todavía. 

    "Las ninfas ya están en Roma". Esa frase en clave la dijo Sebastiao, de forma disimulada,  al sentir cerca de su mesa a Angela. Esa era la frase convenida para asegurarse el uno del otro. Al escucharla Angela hizo un ademán de cabeza y una sonrisa. Este era el hombre con el que debía contactar.   A continuación comenzó en público su representación de la amiga que encuentra sopresivamente en una cafetería  a su amigo.

- Hola, Sebastiao que tal, como estas.- dijo Angela acercandose a su mesa y dándole la mano. Al mismo tiempo y como por obligación saludo al acompañante también. 

Sebastiao esbozó una amplia sonrisa y entro con Angela en un diálogo banal de dos amigos que se han encontrado por casualidad, pero que entre los dos hay ya confianza. 

-Hola Angela, bueno, que tal andas y que haces por aquí. Te contaba en Valencia. Menuda sorpresa.Desde hace tanto tiempo y encontrarnos aquí en Serenou. 

-Ya te digo, el mundo es un pañuelo. Dios mio. 

-Te invito a sentarte con nosotros, por favor. 

-Gracias, será un placer. 

   Seguían las sonrisas y la afabilidad un buen rato.. Tomando  sus cafés a la vez que miraban destendidamente a su alrededor. En un momento Angela se hizo cargo de forma disimulada de una cartera de mano de color oscuro que Sebastiao había acercado a su asiento. Continuaron hablando un buen rato, sin llegar a tener la conversación que a los dos les apetecería tener, pero sabían  que no podían hacer eso, con el peligro que representaba. 

Angela deslizo un sobre para él, en el que venían indicaciones para encontrarse los dos esa noche. Hotel, teléfono y lugares de encuentro. 

     En un momento se despidieron. 

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jueves, 6 de enero de 2022

Steiner. Pessoa

  


Morreu Georges Steiner 

Um dos grandes intelectuais do século XX.   Esto já foi faz dos anos  quase, o 3 de fevreiro de 2020. Ficava aquí na  celeira  do blogue esperando um "agiornamento", uma ampliação o um comentario pessoal, embora nada chegou embora. No entanto  é  uma magoa que fique escondido algo que  não poderá ser melhorado.  Realmente com ler o escritor pelo   Sr. Steiner abonda  bem para um  post, neste caso de   comentarios sobre Pessoa

 

Nació en esa introvertida y algo morosa capital el 13 de junio de 1888. El ejército, la burocracia y la música figuraban en sus antecedentes familiares. Ya entonces, en enero de 1894, y luego de la muerte de su padre y su hermano menor, Pessoa había comenzado a inventar «heterónimos» –personajes imaginarios que poblarían el «teatro íntimo del ser». A los seis años intercambiaba cartas con un corresponsal ficticio. Su madre volvió a casar y la familia se mudó a Durban, en Sudáfrica. En Natal apareció un tal Alexander Search, escocés imaginario al que Pessoa le elaboró una biografía, le ideó un horóscopo, y en cuyo nombre tranquilo y transparente escribió poesía y prosa en inglés. A éste le siguieron setenta y dos personajes distintos en busca de su autor. Al principio tendían a escribir secuelas de Shelley y Keats, de Carlyle, Tennyson y Browning. En 1905, el joven empresario de personalidades regresó a Lisboa. Muy pronto abandonó la universidad y se volvió autodidacta. Por el resto de su vida, Pessoa decidió ganarse el pan modestamente con un empleo de medio tiempo. Fungió como corresponsal comercial para el extranjero: traducía y redactaba cartas en francés y en inglés. En una ocasión hubo de traducir una antología literaria. Esta existencia marginal y autónoma relaciona a Pessoa con otros maestros de la modernidad urbana, como Joyce, Svevo (Trieste y Lisboa comparten un peculiar y vívido carácter espectral) y, en alguna medida, Kafka. Hasta 1909 la poesía atribuida a Alexander Search prosigue en inglés, excepto por seis sonetos portugueses. El año 1912 significó una suerte de momento decisivo. Pessoa se relacionó con los numerosos círculos literarios, morales, políticos y estéticos en reuniones y publicaciones efímeras que surgieron de la crisis social cada vez más profunda en Portugal. (Setenta y siete mil personas emigraron sólo ese año.) La vida interior de Pessoa –la alternancia delmundo de los cafés lisboetas y su soledad radical– se expresa en el íntimo Libro del desasosiego y en el primer borrador de un largo poema en inglés. La fisión de una cuádruple incandescencia se efectuó ese día de marzo de 1914. Todavía constituye uno de los fenómenos más notables de la historia de la literatura. Al recordar el acontecimiento (en una carta de1935), Pessoa habla de un «éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir... Había aparecido en mí mi maestro». Alberto Caeiro escribió más o menos treinta poemas a un ritmo impresionante. A éstos siguieron, «inmediata y totalmente», seis poemas de un tal Fernando Pessoa. Pero Caeiro no se había revelado solo. Tenía dos discípulos principales. 

Uno era Ricardo Reis:
Y, de repente, y en derivación opuesta a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo individuo. En chorro, y a máquina de escribir, sin interrupción ni correcciones, surgió la «Oda triunfal» de Álvaro de Campos –la oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene. Creé, entonces, una coterie inexistente. [...] Gradué las influencias, conocí las amis
tades, oí, dentro de mí, las discusiones y las divergencias de criterios, y en todo ello me parece que fui yo, creador de todo, lo menos que allí hubo. Parece que todo ocurrió independientemente de mí. Y parece que aún ocurre así. Los seudónimos, los noms de plume, la anonimía y todas las modalidades de la máscara retórica son tan antiguas como la literatura. Las razones son plurales. Van desde los escritos políticos clandestinos a la pornografía, de la ofuscación juguetona a desórdenes de la personalidad verdaderamente graves. El «socio secreto» (compañero de Conrad), el «doble» benevolente o amenazante es un motivo recurrente –lo prueban Dostoievski, Robert Louis Stevenson y Borges–, al igual que el tema, vetusto como el rapsoda homérico, de la poesía «dictada», fruto de la embestida literal e inmediata de las musas, lo que es igual a afirmar de lo divino o de los muertos. En ese sentido de «inspiración», de «haber sido escrito en lugar de escribirlo», las técnicas de la escritura automática anteceden en mucho al surrealismo. Varios escritores de primer orden se volvieron contra sí mismos literalmente, contra su obra anterior o su estilo, hasta el punto de buscar la destrucción. La multiplicidad, el ego vuelto legión, puede ser festiva, como es el caso de Whitman, u oscuramente escarnecido, como es el caso de Kierkegaard. Hay disfraces y parodias nunca desenmascaradas por la erudición más minuciosa. Simenon era incapaz de recordar cuántas novelas había engendrado ni con qué seudónimos tempranos y múltiples. A avanzada edad, el pintor de Chirico irrumpió en los museos y galerías de arte estupefactos declarando que ciertos cuadros famosos y atribuidos por mucho tiempo a él eran falsos. ¿Lo hizo porque le disgustaban cada vez más a medida que envejecía o porque ya no podía identificar su propia mano? Como Rimbaud proclamó, al instaurar la modernidad, «Je´ est un autre»: «Yo es otro». Sin embargo, el caso de


EL ARTE DE FERNANDO PESSOA George Steiner Cuatrinca
Es poco frecuente que un país y un idioma ganen cuatro grandes poetas en un solo día. Pero esto es precisamente lo que sucedió en Lisboa el 8 de marzo de 1914.
Pessoa aún es sui generis. No tiene paralelo cercano no sólo por su estructura de cuarteto sino por la diferencia abismal entre las cuatro voces. Cada una cuenta con una biografía y una complexión detalladas. Caeiro es rubio, pálido y de ojos azules, la tez de Reis es oscura y cetrina, y «Campos es entre blanco y moreno, tipo vagamente de judío-portugués, cabello sin embargo, liso y normalmente apartado a un lado, monóculo», nos dice Pessoa. Caeiro casi no ha ido a la escuela y vive en casa con una modesta pensión. Reis es un médico educado por los jesuitas, exiliado en Brasil en 1919 por sus convicciones monarquistas. Campos es un ingeniero naval y latinista. Las relaciones entre ellos, tanto por sus actitudes como por su estilo literario, son de una densidad y sutileza dignas de James, al igual que sus diversos grados de parentesco con Pessoa mismo. El Caeiro en Pessoa genera los poemas de un solo impulso inmediato y no pedido. La obra de Ricardo Reis es el fruto de una deliberación abstracta y casi analítica. Las afinidades con Campos son las más oscuras e intrincadas: «es un semiheterónimo porque, no siendo la personalidad la mía, es, no diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo, menos el raciocinio y la afectividad». La lengua de Campos es muy parecida a la de Pessoa. Caeiro escribe en un portugués descuidado y a veces con faltas: en tanto, Reis es un purista de estilo anticuado que Pessoa considera exagerado. Pessoa añade una observación fascinante; la prosa de Reis y la de Campos es la que le parece más difícil de «simular». La poesía de sus heterónimos, por ser más espontánea, es más fácil de componer. Octavio Paz explora este laberinto en la introducción al hermoso libro A. Centenary Pessoa, una antología editada por Eugenio Lisboa y L. C. Taylor. Paz ve en Caeiro, en Reis y en Campos a «los héroes de una novela que nunca escribió Pessoa». Sin embargo, «no es un inventor de personajes-poetas sino un creador de obras-depoetas», nos dice Paz. «La
mente al destino. Pessoa llama atención sobre las obras inéditas de Reis; éstas incluyen un «Debate estético entre Ricardo Reis y Álvaro de Campos» y notas críticas sobre Caeiro y Campos que Pessoa describe como «un modelo de precisión verbal y de incomprensión estética». (Los laberintos y las salas de espejos de Pessoa son de un encanto tortuoso tal, que incluso Borges o Paz, cada uno maestro de las perplejidades, nos parecen directos en comparación.) ¿Qué hay del titiritero mismo (aunque el símil sea craso)? Octavio Paz concibe una ausencia esencial: Nunca aparecerá: no hay otro. Aparece, se insinúa, lo otro, lo que no tiene nombre, lo que no se dice y que nuestras pobres palabras invocan. ¿Es la poesía? No: la poesía es lo que queda y nos consuela, la conciencia de la ausencia. Y de nuevo, casi imperceptible, un rumor de algo: Pessoa o la inminencia de lo desconocido.
La silueta que Paz traza de Pessoa, si bien es un alegato muy sutil, corre el riesgo de oscurecer un factor esencial. Del juego de espectros de la heteronimia emerge una poesía de indiscutible primer orden. Pessoa está incluido con justicia entre las veintiséis figuras centrales en el sugerente aunque juvenil formulario del “canon occidental”.
El portugués es un idioma resistente. Sus guturales lo vuelven una suerte de miembro eslavo de la familia de lenguas romances. A la mayoría de nosotros la literatura portuguesa (que, por supuesto, incluye la de Brasil) nos es ajena. Por eso se agradecen aún más la selección y las traducciones de nuestro cuarteto. En primer lugar, la voz de Pessoa: «Me sueño no sé quién»; «¡Benditos los que ven la ola / de los pañuelos de la despedida!» O el característico «Por encima de todo esto / está Jesucristo, / que no sabía nada de finanzas / ni consta que tuviese bibliotecas...» Presente está el registro irónico y vaporoso, un llamado constante al mar, a un Portugal casi desprendido de sus amarras europeas:
Virgen del Rosario de Pomata. Plancha original, anónimo. Lima, siglo XVIII.
Ricardo Reis es por completo diferente: ratón de biblioteca, conocedor de la mitología antigua, practicante de las formas métricas elaboradas y del estilo mandarín. Es en varios aspectos una versión más austera de Swinburne y Gautier, escucha e imita «El antiguo ritmo de pies descalzos,/ ese ritmo que todavía repiten las ninfas».
diferencia es capital». Las biografías imaginarias, las anécdotas, «el realismo mágico» del contexto histórico, social y político en el que se desempeñan cada una de estas máscaras, acompañan y a la vez explican los textos. Tal es el enigma de la autonomía
de Reis y Campos, pues habrán de tratar, en ocasiones, a Fernando Pessoa con ironía o condescendencia. Alberto Caeiro por su parte, es, como ya hemos visto, el maestro cuya brusca autoridad y súbita presencia en la vida genitiva arma toda la estructura dramática. Paz distingue con agudeza estos fantasmas animados. Caeiro es un agnóstico que anula la muerte al negar la conciencia. Su postura es
la del paganismo existencial. Hay en sus escritos y en su persona toques de sagacidad y quietismo orientales. Su debilidad, Paz apunta, es la calidad tenue y borrosa de la experiencia que dice encarnar. Muere joven. Como Caeiro, Campos escribe en
verso libre y es irreverente ante el portugués clásico o común y corriente. Los dos son pesimistas, hechizados por la realidad concreta. Pero en tanto Caeiro es un inocente, y cultiva la abstinencia y el retiro filosófico, Campos es un dandy peregrino. De nuevo, Paz es incisivo al formular: «Campos es un dandy ¿Qué soy? Campos: ¿Quién soy?» Para Campos esta pregunta está casi ahogada por
el clamor de la máquina, por el aullido de la tecnología moderna de la fábrica y por las calles de metrópolis moderna. Al arrancar con la declaración de que la única realidad es la sensación, Campos acabará por preguntarse si él mismo es real siquie
ra (una modulación irónica, en vista de su primer y más celebrado poema, la «Oda triunfal»), Ricardo Reis es el más intrincado de estos disfraces. Misántropo, prefiere los géneros neoclásicos altamente elaborados como el epigrama, la elegía y la oda. Es una de las combinaciones más raras, un esteta estoico, (¿hay un eco en él de Walter Pater?); la perfección técnica de sus poemas breves busca avenirse tranquila¡Oh mar salada, cuánta de tu sal son lágrimas de Portugal! ¡Por cruzarte, cuántas madres lloraron, cuántos hijos en vano rezaron! ¡Cuántas novias quedaron por casar para que fueses nuestra, oh mar!
¡Valió la pena? Todo vale la pena si el alma no es pequeña. Quién quiere pasar allende el Bojador tiene que pasar allende el dolor. Dios al mar el peligro y el abismo dio, mas fue en él donde el cielo se miró.
Podemos escuchar la proximidad de la sensualidad filosófica de Caeiro:
No me ocupo de las rimas. Casi nunca hay dos árboles iguales, uno junto al otro. Pienso y escribo como las flores se abren pero me expreso con menos perfección pues carezco de la simplicidad divina de estar afuera solamente.
Hay algunas concisiones inolvidables (ecos distantes de Emily Dickinson): «Leí hoy casi dos páginas / del libro de un poeta místico, / y me reí como quien ha llorado mucho. «Caeiro elogía lo transitorio. Para él «la memoria es una traición a la Naturaleza», que cambia sin cesar. Le pide a los pájaros en vuelo que le enseñen el arte de pasar sin dejar rastro. La búsqueda de la unidad, de las verdades absolutas – el incontrovertible modelo platónico de la poesía occidental– no es más que «una enfermedad de nuestras ideas». La reflexión de Caeiro sobre la muerte y lo póstumo muestran un orgullo irónico, pues él fue «idólatra como el sol y el agua» y, al concluir,  «un día me dio sueño como a cualquiera criatura». Ricardo Reis es por completo diferente: ratón de biblioteca, conocedor de la mitología antigua, practicante de las formas métricas elaboradas y del estilo
mandarín. Es en varios aspectos una versión más austera de Swinburne y Gautier, escucha e imita «El antiguo ritmo de pies descalzos, / ese ritmo que todavía repiten las ninfas». Un esteta finisecular que prefiere «rosas, amor mío, a la patria» y ve en Cristo «uno más en el Panteón y en el culto». Con todo, es un lírico capaz de una intensidad epigramática que conocemos también por Walter Savage Landor (quizás el verdadero modelo de Reis).
Cuando, Lidia, nos llegue nuestro Otoño con el Invierno que hay en él, reservemos un pensamiento, no para la futura Primavera, que es de otros, ni para el Estío, de quien es
tamos muertos, sino para lo que queda de lo que pasa –el amarillo actual que las hojas viven y las hace diferentes.
Campos es el retórico locuaz, el bardo de estilo elevado. Con todo puede burlarse de sí mismo con confiado regusto. Su «Oda triunfal» puede ponerse junto a «El puente» de Hart Crane como uno de los textos clave del paisaje industrial de la modernidad. «¡E-yá, las calles, e-yá, las plazas, e-yá, eyá, la foule!» Cuánto habría retrocedido el fastidiado y fantasmal Pessoa frente a la robusta democracia de Campos. Cuánto habría retrocedido Reis, el alusivo helenista victoriano:
Y la gente vulgar y sucia que parece siempre la misma, que cada dos palabras suelta una palabrota, cuyos hijos roban en las puertas de los tendajones, cuyas hijas a los ocho años – ¡todo esto es hermoso y lo amo! masturban a hombres de aspecto decente en los huecos de la escalera
«Tabaquería» está entre los poemas más elogiados de la lengua. (Pessoa fue un fumador entusiasta) No es el cinismo sino una especie de vigoroso desencanto lo que lleva a la muchacha a «comer chocolates», pues «no hay metafísica en el mundo como los chocolates», luego
de lo cual el poeta toma el papel de plata de la cubierta y lo echa «por tierra todo, mi vida misma». Como en «Y todo el mundo sabe cómo los grandes catarros / alteran todo el sistema del universo, [...] / y hacen estornudar hasta la metafísica», el poeta aconseja un solo remedio: «Necesito verdad y aspirina.» Hazlitt nos habla con temor de una sensibilidad que pudiera imaginar y darle expresión a un lago y a una Cordelia. La mera amplitud de las voces y los temperamentos alternados de Pessoa es apenas menos impresionante. Este elegante e ilustrado tributo centenario nos regala fragmentos representativos de la prosa de Pessoa junto con documentos, crítica y perfiles. Se ha omitido el drama filosófico y leviatánico «Fausto». Pessoa comenzó a elaborar esta suma en 1908 y –al igual que Goethe– continuó trabajando en ella hasta 1933. Hay críticos, sobre todo en Francia, que aseguran que ésta es una obra clave, un archipiélago por descubrir. Los editores han incluido dos entrevistas póstumas imaginarias, pero la mejor de todas en esa vena parece habérseles escapado. El año de la muerte de Ricardo Reis de José Saramago se cuenta entre las grandes novelas de las letras europeas recientes. Nos relata la vuelta a casa de Ricardo Reis desde Brasil, de eros y el fascismo en Lisboa, y del encuentro entre Reis y su creador fallecido. Nada más agudo se ha escrito de Pessoa y sus facetas contradictorias. En palabras de Fernando Pessoa:
Si las cosas son astillas del perspicaz universo, que o sea mis fragmentos distraídos y diversos.
Lo fueron y no lo fueron.
Traducción de Aurelio Major
---------Este ensayo apareció originalmente en The New Yorker. Lo publicó hace algún tiempo la revista mexicana La Jornada semanal.